Vi tu vídeo, me recordó a Debord. Una voz en off explicando el sentido de las imágenes. Aunque Debord tenía una teoría más o menos original. En este caso es la clásica teoría de la conspiración (no digo que no pueda ser cierta, yo qué sé). Pero creo que dice más sobre la confusión en que vivimos que sobre el mundo mismo. Si escribo también es porque ayer, hablando con C., empecé a pensar en una película posible sobre lo que está ocurriendo. Hablamos sobre tal vez comenzar a ser más conscientes de la guerra, más involucrados en ella. En lo que eso podría tener de positivo, aun con todo el horror. Como precisamente ser más conscientes del mundo en que vivimos, de lo que es intolerable en él, de las causas de lo intolerable tal vez: ver eso muy claro. Como madurecer, en cierto modo. Pensar acciones a la altura. Pues vivimos al margen de la guerra. No digo que esto sea malo; tal vez sea lo mejor y lo ideal. Pero al lado hay guerras. Aquí no hay, allá sí. Ahora parece que el allí se acerca aquí. Un poco como ocurrió en Estados Unidos en 2011. Recordé también por eso el fragmento de Godard en la película colectiva, "Loin du Vietnam", "Lejos de Vietnam". Precisamente en esa época la gente trataba de ser más consciente de la guerra, y de cómo actos aparentemente que no tienen que ver, como comprar esto o lo otro, poner gasolina en el coche, etc., estaban unidos a otros actos, como torturar y matar. "Bring the war home", decían en Estados Unidos. La película de Godard, creo recordar, era más reflexiva. Cómo podemos luchar aquí contra esa guerra. Aquí, escribiendo, haciendo cine, trabajando en la "comunicación". Tal vez podría interesarte. Pensé en dos cosas más. En un texto de John Berger, en el que dice que la pintura del Bosco sobre el "Infierno", se parece mucho a la imagen de nuestro mundo que es transmitida por los medios de comunicación día tras día: una serie de hechos horribles, a veces macabros o absurdos, sin ninguna conexión entre ellos. También pensé en lo que decía Judith Butler sobre que teníamos que esforzarnos por sentir un "luto transversal". Pensar en todas, en cada una de las víctimas de esta guerra. Dedicar la misma cantidad y calidad de pensamiento a cada una de ellas. Esto último me puso muy triste. Me di cuenta de que no puedo sentir ningún luto por ninguna de ellas (no me quedé en silencio, no vestí de negro...). Por que no sé quién son, ni sé por qué murieron. Imaginé una película que conectara todas esas muertes (al menos algunas de ellas). Y tal vez no sólo las personas, sino también las cosas (ciudades destruidas, obras de arte, etc.). Como investigando cómo vivían esas personas, cómo se vivía en esas ciudades, cuál era la belleza de esas estatuas. Personas de casi todas las naciones (aunque muriendo en una cantidad extremadamente mayor en Siria, Palestina, Irak, Afganistán, El Líbano y demás que en las otras). Preguntarse por qué mueren más allí. Y por qué nos importa más cuando se muere aquí, evidentemente. Conectar todas esas cosas, tratar de crear el espacio de un luto. Tal vez, sintiendo mucho lo que está ocurriendo, y descomponiendo al mismo tiempo elementos de comprensión como Godard sabía hacer con maestría, fuese posible entender alguna cosa. Pero sin presuponer que sabemos algo. Siempre habría una voz que diría al comienzo: no sé lo que está ocurriendo en Bagdag, no sé lo que ocurrió en Siria, no sé lo que está ocurriendo en Kobane, no sé lo que está ocurriendo en París, en Beirut, en Nueva York... Antes de mostrar imágenes de esos lugares y construir significados con ellas. Como un cine investigativo, y no explicativo, no sé si me entiendes. Un cine que simplemente quisiera comprender, sin llegar a comprender nunca nada, pero comprendiendo durante la investigación, y sintiendo un luto a la vez por todos aquellos y por todas aquellas cosas que son víctimas de la injusticia de esta guerra. Tal vez sería una película muy larga, eso sí. Una película que podría sustituir completamente a los medios de propaganda que hoy existen. Es un deseo que tuve. Necesitamos sentir mucho para poder comprender alguna cosa. Un cine que nos acercara todo lo que está separado. Precisamente para que no nos tengan que acercar las guerras.
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16 de noviembre de 2015. Um jefe de Estado de um gran país occidental ha declarado la guerra, y se dispone a cambiar la constitución para dar más poder al ejecutivo y poder abrir según le plazca a este último el grifo de los presupuestos. Nada más corriente y más rutinario en este tipo de momentos. Pero algo ha cambiado. Esta vez no es Francia quien le declara la guerra a Inglaterra, o España a Portugal, o Alemania a Francia. Todos esos países y alguno más han unido sus destinos, y ya no se declaran la guerra mutuamente. Ahora Francia declara la guerra a ISIS, una entidad religioso-político-militar que se denomina a sí misma Estado Islámico, pero que Francia no reconoce como Estado, sino sólo como grupo político-criminal, como grupo terrorista. Así, Francia declara la guerra, pero se trata de una guerra bastante extraña, extrañamente asimétrica, entre un Estado y una banda terrorista, según el entendimiento francés. Aunque a estas extrañezas nos hemos habituado últimamente, desde aquel famoso Patriot Act estadounidense de 2001. Así que ahora, en cierto modo, Francia quiere que Europa se una al Patriot Act. Entre las medidas de este nuevo Patriot Act, está la restricción del derecho de reunión y de manifestación.
Recuerdo, leyendo relatos y viendo imágenes de los tiempos de Occupy Wall Street, cómo me sorprendió ver que en aquel país casi toda forma de expresión política está prohibida y es duramente reprimida. Prácticamente allí la gente tenía que pedir perdón por manifestarse, y hacerlo sin que se note mucho y sin hacer mucho ruido (aunque felizmente, desobedecieron un poco). Resulta curioso pensar también que la última ola de rebelión y de alegría que sacudió al mundo, la que empezó en algunos países árabes, atravesó España extendiéndose un poco a otros países de Europa, y se diluyó en Estados Unidos y en los ecos de Occupy en múltiples otros países del mundo entero, recorrió prácticamente los mismos espacios que van a convertirse en la zona de combate de esta nueva guerra en la que nos quieren meter . Eso sí, estoy seguro de que, a pesar de los pesares, es decir, a pesar de lo que ya cansa llamar “errores de la izquierda”, estos espacios de alegría y de revuelta van a ser los que más van a resistir a la entrada en esa guerra. Hablando de los “errores de la izquierda”, de la decepción que ha provocado la nueva izquierda en el poder en Grecia (menos para Zizek, que debe de estar muy contento además porque la militarización de Europa que él proponía como única “gestión” realista del problema de los refugiados puede ponerse en marcha), y que ha ido provocando, antes de tomar el poder, la nueva izquierda en España. El error principal es creer que podría reconstruirse la posición socialdemócrata clásica, es decir, la de jugar al mismo juego pero de otra manera, cuando la Europa en la que vivimos nació del combate victorioso contra el socialismo (ordoliberalismo alemán). No hay, desde el origen mismo de la comunidad europea, posición socialista posible. Habría que reconstruir Europa entera para ello. Y para ello cualquier partido o unión de partidos es inútil: lo que se necesita es un pueblo europeo. Evidentemente, tomar el poder en algún lugar es más fácil, así que es lo que se hace. El error, ya en el caso más particular de España, con esa tentativa de neopopulismo suya, que se diluye también en una posición socialdemócrata, tiene que ver también con la falta de escucha al presente y de imaginación: con solo saber o importar alguna nueva teoría de contextos diferentes, o jugar a hacer el Zapatero. Pero bueno, tras el entusiasmo del apoyo inicial, como el entusiasmo de la ruptura posterior, parece que ahora con Podemos se puede llegar a otro tipo de relación. Son un partido más, con sus posiciones un poco diferentes, tratando de ser un poco de izquierdas. Tampoco creo que haya que pedirles más. Luego uno les vota o no y se acabó, tampoco va a pasar la gran cosa por ahí. Luego hubo también ese momento romántico de las milicias del pueblo kurdo, como una especie de 15M armado (también el 15M podría verse como un zapatismo desarmado), pero que parece que nadie se acaba de tomar en serio. No sé, evidentemente, lo que va a ocurrir. Pero parece que un día vamos a despertarnos y de repente vamos a estar en otro mundo. No en el mundo de la emancipación o de la sociedad sin clases, sino en el mundo de la guerra. Ahora alguna cosa que escribieron Tiqqun y compañía sobre la guerra civil corre el riesgo de empezar a cobrar mayor sentido. Habrá que ver cómo respondemos a ese mundo. La opción clásica, la del gran movimiento obrero internacional, fue la de oponer la lucha de clases a la guerra imperialista. Me parece que hay mucha sabiduría en eso. No se trata de oponer la paz a la guerra; incluso si nos declaramos pacifistas, si no queremos participar en ningún guerra, otros (los ejércitos profesionales, de mercenarios) harán la guerra en nuestro nombre y en nuestro lugar. Por eso el interés de oponer la lucha, otra forma de conflicto, a la guerra, y no la simple ausencia de conflicto. Pues todxs los que hemos luchado alguna vez sabemos que la lucha no se parece en nada a la guerra, porque la lucha es solidaridad, cuidado, delicadeza, firmeza, coraje… Realmente lo contrario de la guerra. Justo antes de la primera guerra mundial, los partidos socialdemócratas europeos cometieron su primera infamia, apoyando la entrada en guerra. Mucho se dice sobre el error histórico del “socialismo en un solo país” (aunque de ser un error ahora entre los populistas ha pasado al estatuto de dogma), pero no hubo que esperar a ningún totalitarismo para cometerlo, bastó el partido socialdemócrata alemán. Del que huyó Rosa Luxemburgo y sus amigos, tratando, propiciando una tentativa revolucionaria tristemente fracasada, de que la nueva rusia revolucionaria no se quedase aislada. Hay realmente que pensar en eso: para los revolucionarios clásicos, profundamente internacionalistas, cualquier cosa que no fuese una revolución mundial era inconcebible. Por la cultura antimilitarista que tenemos, espero realmente en que la nueva izquierda no cometa el mismo error que sus antecesoras. Pero de todos modos, como decía, no puede esperarse gran cosa de ella: en todo caso, si le queda algo de inteligencia, seguirá las iniciativas populares. La gran esperanza, si las peores previsiones se confirman y Europa se prepara, como Francia va a hacerlo, para la guerra, es que se produzca por fin un levantamiento europeo. Que aparezca por fin un pueblo europeo, una resistencia internacional al nuevo fascismo y sus guerras al menos a nivel europeo, pero con focos en otros lugares evidentemente. La política la hacen los pueblos, y no los partidos. No hay manera de acabar con esta Europa sin pueblo, donde todo lo deciden los capitalistas y los burócratas, si no se manifiesta un pueblo europeo. |