Habría que pensar la ocupación de plazas públicas como un nuevo tipo de huelga: una huelga ciudadana, una huelga política. El movimiento obrero inventó la huelga de producción: el movimiento ciudadano y social, el movimiento trabajador ciudadano inventó la huelga política. Ponerse en huelga contra la obediencia civil, ponerse en huelga contra el silencio de la sociedad de la producción-consumo. El grito mudo es una forma apropiada de protesta a ese silencio.
La huelga ciudadana es hacer ciudadanía, o mejor: la huelga política es precisamente hacer política. Y la ciudadanía no es respetar las leyes, como decía irónicamente Sócrates y como hoy repiten sin ironía nuestros marxistas madrileños; aún menos obedecer a las autoridades. (Por cierto, estos marxistas han pasado del amor por la obedeciencia al Estado Socialista a la pasión por obedecer al Estado de Derecho: adivinas qué es lo que no ha cambiado? Siempre eso: Estado y Obediencia.) Como nos enseñó Hannah Arendt, ser ciudadano (o el nombre que sea) es imposible en relaciones de mando y obediencia: sólo es posible en igualdad, entre iguales. Ser ciudadano es ser igual a todas las personas con las que hablas, te organizas, actúas, etc.: a todas las personas con las que haces política. Ser ciudadano es ser igual a todas y cada una de las personas con las que haces huelga política. Es curioso, también, que todos los que se rompen la cabeza tratando de pensar nuevas formas de huelga adaptadas a las formas actuales del capitalismo hayan dejado de lado el ejemplo de la ocupación de plazas, que era no sólo un intento de huelga de trabajo, de consumo y de cuidados, sino todo eso atravesado y portado por una huelga política fundamental. Por eso, podría pensarse, al menos como hipótesis, que esa huelga social ampliada o esa huelga feminista sólo es posible a través de la huelga política. Pero lo más paradójico es que precisamente la huelga política es también una huelga contra la política; o la huelga ciudadana es una huelga contra lo que significa habitualmente ser ciudadano (pagar impuestos, respetar la ley, obedecer a la autoridad, participar en la elección de los que te gobiernan). Aquí no se trata en primer lugar de comunismo contra capitalismo: es una lucha entre lo mismo y lo mismo. Como lo mismo que se divide en dos. Es, como dice a menudo Amador, dividir un mundo que se sabe que es el único que hay. Es lo que Rancière ha llamado “malentendido”: desde luego, no entendemos el derecho a la protesta igual que lo entiende la Cifuentes, ni tampoco la libertad como la entiende Esperanza Aguirre, ni la democracia como la entiende Rajoy el-presidente-de-las-inmensas-mayorías-silenciosas, ni el derecho a la salud como lo entienden Cospedal y su marido... Pero tampoco entendemos el socialismo como lo entendía Zapatero, ni la política revolucionaria como la entiende Izquierda Unida... Y en general no entendemos la política como prácticamente ninguno de los que nos gobiernan (la llamada casta). Una simple cuestión de palabras, de tira y afloja sobre el significado de algunas palabras, la política. La política también es como tocar un acordeón. Lo abres, lo abres todo lo que se puede para que suene... Hasta cuándo somos capaces de dividir lo mismo sin quebrarlo, es decir, sin que se produzca una dinámica de guerra civil? En este arte nos queda mucho que aprender. (La política es un arte bien difícil, Aristóteles la comparaba a tocar una flauta.) Nuestro “podemos” se vuelve demasiado rápido no el nombre de una capacidad política, sino sólo el de un partido. Cómo hacer, incluso al lado del partido, incluso desde el interior del partido, para que “podemos” siga siendo el nombre de nuestra capacidad, de la capacidad de todos y todas?
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Éramos tantos, te acuerdas? Etcétera, etcétera, etcétera. Y tú, dónde estabas, quién eres, de dónde has venido? Tu cara está hecha de píxeles... Con la razón a todas partes donde reina la sinrazón Te has preparado para desrazonar del modo más razonable En las pantallas televisivas se desarrolla también la lucha de clases Eres un gran político, porque no eres un político Apenas un hombre razonable Muestras que todos los seres razonables podemos ser grandes políticos Sólo se necesita técnica, preparación, método No eres nadie, apenas un hombre razonable La política es un arte, no un arte bella, sino un arte militar Es el arte de la guerra, conducido con la palabra Eres el martillo y la idea Tu rostro acabará deshaciéndose y surgirán mil rostros desconocidos Eres completamente impersonal, no tienes ninguna particularidad Eres un mediador evanescente No eres ningún genio, apenas un buen trabajador Tu mayor éxito será tu desaparición Un día la política ya no será una guerra, y ese día ya no estarás entre nosotros Un día la política será lo que es Te perderás, entre la multitud innombrable de los héroes de nuestro pueblo Apenas has venido a suplirnos en nuestras horas tristes Te recordaremos con simpatía Como quien recuerda una idea Cuando ya no haya ninguna idea que recordar Porque apenas seremos |