Hace ya algún tiempo que vengo alejándome de la política. En realidad, el interés por la política nunca fue innato en mí; nunca fui un militante, no vengo de ninguna tradición familiar ni he sido cultivado en ningún caldo de ese tipo. Aunque siempre me atrajo mucho la idea de revolución, desde muy jovencito: siempre sentí muy intensamente la injusticia del mundo, y me parecía que era posible, incluso sencillo, cambiarlo. Solo se necesitaban algunas frases adecuadas, algunas imágenes justas, justo algunas imágenes: como cambiar el mundo mediante una especie de corriente eléctrica de enorme intensidad. Pero no es tan simple, claro: los efectos de las palabras y de las imágenes son muy lentos, contra lo que yo pensaba cuando era más jovencito. Luego descubrí la política. Hubo algunos acontecimientos (una huelga en Paris VIII, el 15M, y también experiencias más pequeñas pero también my interesantes como las que hay o había en Madrid) que me hicieron cambiar de manera de ver, pensar que la política podría ser algo interesante. Todavía lo pienso. Solo que me he alejado, o lo pienso con más lejanía. Pero no me voy a olvidar de esos acontecimientos y lo voy a pensar siempre así, y en todo lo que haga eso va a estar, que es posible otra vida colectiva.
Creo que también tiene que ver con ir a vivir a Brasil y ver la vieja política militante con toda intensidad, y sufrirla a menudo en la universidad. Ahora directamente no es que no esté de acuerdo con esa manera de hacer política, que tenga objeciones (que también las tengo y puedo argumentarlas); sino que ha llegado un punto que no la soporto, físicamente, sensiblemente. No soporto ese griterío, no soporto las frases machaconas, no soporto la demagogia, no soporto los partidos, las peleas dentro de los partidos y de los partidos entre sí, las peleas con supuestos compañeros de lucha que no tienen ni la más mínima noción de lo que significa el compañerismo, la voluntad de tener razón a cualquier precio, el resentimiento, los chivos expiatorios para la falta de valentía individual, los “ismos”, la falta de amor por el mundo, el desprecio a las “masas pasivas”, realmente no puedo aguantarlo, tengo que manterme lejos. Así que me voy progresivamente lejos, me voy al amor, creo que tanto por razones personales como colectivas. El amor, la pasión antipolítica por excelencia. Arendt, aunque sea siempre recordada como una pensadora de la amistad, ha escrito cosas muy profundas sobre el amor. Se nota que es alguien que ha amado, y con gran intensidad. Comparaba el amor a la música (la política tendría más que ver con la palabra). Ella lo veía más o menos así: los amantes creaban entre ellos una música que les sacaba del mundo. Es como una atención tan intensa dirigida solamente a alguien que uno deja de ver a todos los demás. Solo hay uno, en el amor, una misma música. Para Arendt, la obra del amor era el hijo, que se ponía luego entre los amantes y los traía de vuelta entonces al mundo. (Ya sé que todo esto suena muy tradicional, je m’en fous.) También me ocurre que me cuesta mucho leer, solo consigo leer algunos poemas que creo que me hablan de mi experiencia personal, escuchar algunas músicas, ver algunas películas. También me cuesta mucho trabajar, quiero decir, ese trabajo aparente intelectual, que tiene que ver con cosas superficiales (congresos, artículos...) pero en el que siempre uno pelea por colar algún elemento de contrabando, algún pequeño caballo de Troya. Y también me vuelvo tal vez algo melancólico dentro de mi exaltación habitual y mis ganas de disfrutar de la vida y de hacer el tonto; quiero decir, no sé si es melancolía, pero también me vuelvo de vez en cuando al mundo antiguo, a las antiguas historias, me vienen a la cabeza. Esas que nos hablan con una riqueza y una profundidad inigualable - y tan difícil de soportar para nuestra civilización - de lo que es la experiencia humana. Ulises, como decía Adorno, es el héroe burgués: disfruta del canto de las sirenas en toda seguridad, solo como un bello espectáculo, como uno de esos burgueses ignorantes en el Teatro Real, mientras los otros trabajan para él. Es el hombre de la ciencia, del conocimiento, de la ilustración: el héroe de la métis, de la astucia. También es el experto, el astuto, el hombre de negocios: y para quien la música solo es un divertimento, un pasatiempo agradable que otorga cierta distinción. Kafka dijo que tal vez no era el canto de las sirenas lo que era al mismo tiempo tan atrayente y tan aniquilador como el abismo del mar, sino su silencio. Pero en cualquier caso, hay un elemento del mito que me parece que no es analizado habitualmente, o si lo es, no recuerdo o desconozco: es la multiplicidad de las sirenas (como las jovencitas en flor de Proust). Por qué siempre es una masa indiferente de sirenas? Por qué las sirenas siempre son muchas y nunca es nadie en concreto? Como Briseida, Criseida, etc., en La Ilíada, también. Suele decirse que los griegos no sabían lo que era el amor. Yo no lo tengo tan clarísimo. Solo hay que pensar en Orfeo (aunque tal vez haya algo más oriental ahí, pasado por el filtro griego). Orfeo amaba a Eurídice, no a las sirenas en general, ni a las jovencitas en flor en general, ni a Briseida, Criseida, etc. en general (aunque hablar de amor en La Ilíada es ciertamente complicado, como en tantos textos griegos). Pero claro, Orfeo no era un guerrero, ni un hombre de negocios, ni un seductor. Orfeo era un músico, el mayor poeta que nunca existió. Eurídice le fue arrebatada por el Hades, por la muerte. Podía traerla de nuevo de vuelta con su música, al ser esta tan sublime y poderosa, pero no debía mirar a su rostro hasta que Eurídice volviese a estar entre los vivos y ellos volviesen a encontrarse. Tenía que desviarse de su amor, inventar una música que trajese de vuelta a su amor y al mismo tiempo desviar totalmente la mirada de ese amor. Ese gesto simultáneo y contradictorio, de absoluta atención y absoluta inatención, no consiguió realizarlo hasta el final, como se sabe, Orfeo. Eurídice no volvió entre los vivos, Orfeo no volvió a mirar a ninguna otra mujer, y por tanto dejó de cantar y vivió siempre amargado. Es la verdadera tragedia del amor. Espero, deseo que sea evitable, porque realmente quiero ser feliz y no deseo nada más en este mundo, siendo un poco también el astuto Ulises de la larga vida, siendo un poco también el heroico Aquiles de la vida breve, siendo siempre también un poco el seductor proustiano que pierde el tiempo con frivolidades pero que luego lo recupera, pero siendo profundamente Orfeo y nada más que Orfeo. Recuerdo que Michel Foucault, en El pensamiento del afuera, un texto dedicado a la experiencia literaria de Blanchot, se interroga sobre lo que llama “el poema órfico de la ausencia de interioridad”, y si no recuerdo mal, también lo contrapone a Ulises. Creo que voy a volver a leerlo, tal vez dé alguna clave para orientarse en estos peliagudos asuntos.
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Una de las asambleas más extraordinarias que recuerdo durante el 15M (aunque tal vez fuese inmediatamente
posterior al “dejamos las plazas pero nos mudamos a vuestras mentes”), que ocurrió por la noche, en un hotel ocupado justo al lado de Sol, el Hotel Madrid, uno de esos viejos hoteles madrileños, con los cuartos no muy grandes ni lujosos, pero coquetos, con encanto, con una hermosa terraza, con esa sobriedad de los viejos edificios de allí, con ese encanto aristocrático, de pequeña pero altanera aristocracia, tenía que ver con un proyecto de universidad. Lo asombroso del 15M, por si alguien no lo recuerda, era la diversidad de sus manifestaciones. Había quien decía que lo que había que hacer era una universidad popular; pero aparte de ser un eslogan conocido, yo no acababa de entender qué querría decir exactamente eso. Significaba tal vez que solo las personas pobres, de clases populares, podrían asistir a los cursos de esa nueva universidad? Pero las personas pobres ya no van a la universidad pública (yo al menos allí no he conocido a muchos millonarios), cuál sería la diferencia? Tal vez quería decir entonces que sería una especie de escuela-ONG, de ayuda pedagógica o educativa a los desheredados de la tierra? O una escuela independiente, como una cooperativa de profesores, una universidad que funciona igual que la habitual pero en la que cambia el dueño? Era realmente difícil saberlo en ese momento, y me parecía entonces que la idea no era lo bastante fuerte, no iba a llevarnos muy lejos, entraríamos en inercias que nos llevarían de vuelta a lo habitual, etc etc. Esa idea de universidad popular era la idea de los anarquistas, creo. Pero lo interesante en el 15M es que las ideas eran escuchadas, eran consideradas, cualquier idea; cualquier idea siempre que no fuese exclusiva, que no pretendiese ser la única e imponerse a todas las demás: cualquier idea inclusiva era escuchada y tomada en serio y en consideración. Y eso hacía que las personas también se tomaran muy en serio lo que decían, que solo hablaran si pensaban que realmente tenían algo que decir (eso en los buenos momentos, o era lo que se intentaba al menos, evidentemente). Y cuando una idea había sido expuesta, surgía otra idea al lado, que ni siquiera la contradecía, que simplemente se ponía a su lado, a veces ni siquiera era del mismo tipo, y por eso para las mentes superficiales el 15M daba esa impresión de desorden, pero que siempre tenía que ver con el mismo punto, lo que se estaba tratando. En este caso: qué tipo de nueva universidad vamos a construir en una de las plantas de este hotel ocupado? Y al mismo tiempo, evidentemente, había otras asambleas en otras plantas tramando para construir váyase a saber qué ingenios. Si no recuerdo mal, la asamblea a la que me refiero ocurría en uno de los pisos superiores, no sé tiene alguna relación con la pirámide social de tipo platónico, curiosos azares. Luego había, como era tan habitual en Sol, muchos jóvenes o no tan jóvenes profesores sin empleo, o muchas personas que habían aprendido algo y querían enseñarlo, mostrárselo a los otros, que consideraban que tenían algo que transmitir a la sociedad pero la sociedad no lo permitía. Entonces hubo alguna intervención en ese sentido, en el sentido de que era importante que las personas a las que la sociedad no valoraba pudiesen mostrar su valor, y que la nueva universidad podría contribuir a ello. Recuerdo que ahí intervine, para decir algo en plan radical del tipo que no solo queríamos reproducir o ampliar la universidad que ya existe, o ser admitidos en ella, sino cambiarla, hacer una diferente. Y luego estaban los locos de asamblea (y quién entonces no se volvió un poco uno?), los que se notaba que estaban asambleados desde hace una eternidad, que habían cambiado de aspecto, que se habían metido tanto en el movimiento que se les había hecho como un nuevo rostro, nuevos gestos, etc. Esa gente un poco delirante a veces pero con mucha imaginación, que eran realmente los “líderes” del 15M, líderes que fueron anónimos y seguirán siendo anónimos siempre probablemente. Bueno, pues uno de ellos nombró la posibilidad de construir algo que él llamaba una “facultad de interrogantes”: toma ya. Y esa idea llegó como llegaban las ideas geniales del 15M, como algo al mismo tiempo banal y al mismo tiempo profundo, como una de esas cosas con las que uno se sorprende pero que al mismo tiempo justo después parecen obvias, tras lo que uno se dice: cómo no se me había ocurrido antes? Y que al mismo tiempo siempre seguía siendo dudosa, generando expectativas, acuerdos y desacuerdos... Creo que era solo un nombre, pero de esos que hacen soñar. Porque de repente, toda la mierda de la universidad se viene abajo: toda esa idea de que lo que se vende en las universidades, y por lo que los estudiantes pagan, es ese saber tan palpable y tan positivo que puede ser medido por créditos y por horas y reconocido por títulos pseudo-nobiliarios. Toda esa idea boba, capitalista, burocrática, reificada, se venía abajo de repente. Y entonces recuerdo que comenzamos a pensar, o comencé a pensar, pues no sé hasta qué punto eso era algo colectivo, pero creo que la propuesta de “facultad de interrogantes” había generado cierto consenso en esa pequeña asamblea, pensábamos en cómo sería esa facultad de interrogantes, cómo la hacemos, por dónde empezar. Y entonces se me ocurrió lo siguiente, y creo recordar que me atreví a contarlo. Sería, más que una universidad o una facultad (signifiquen esas palabras lo que signifiquen), una coordinadora. Una coordinadora de saberes, experiencias e interrogantes. Saberes: por ejemplo, uno llega allí y quiere aprender a hacer algo concreto; por ejemplo, quiere aprender cómo se fabrica una casa, qué tipos de casas pueden fabricarse, a cuánta gente se necesita para fabricar una casa, qué tipo de mteriales, qué tipo de saberes diferentes están implicados; pues bien, se le dirigiría al grupo que se preocupa también e investiga ese tipo de cosas. Y evidentemente esos grupos pueden empezarse también, etc. Experiencias: por ejemplo, alguien conoce muy bien China, ha estado allí muchas veces, se interesa por su historia literaria, por el funcionamiento de sus instituciones, y entonces comparte sus experiencias con otras personas interesadas por China. O grupos de personas que tienen cierta experiencia en fotografía, por ejemplo, que conocen la historia de la fotografía, que llevan muchos años en el tema, y pueden compartir su experiencia con otras personas apasionadas por la fotografía. E interrogantes: qué pregunta tienes? Quién domina el mundo? Pues mira, esa gente se reúne tal día a tal hora en tal sala. O qué es el amor? Pues mira, ese grupo se junta tal día a tal hora. Cuál es el significado de la vida humana? Etc. Luego hubo problemas en el hotel, aparentemente había pequeños hurtos, alguien se estaba llevando el cobre de no sé qué conductos. Se rumoreaba que era gente de Respeto (aunque tal vez esos rumores también indicaran los sentimientos encontrados que solía generar esa comisión que decía solo querer generar respeto, solo querer generarse a sí misma). Pero no hubo tiempo para enfrentar esos problemas. Poco después el hotel fue desalojado por la policía. Las autoridades tal vez consideraron que como el movimiento estaba de retirada no había que andarse ya con contemplaciones. Y el caso es que muy probablemente, aun así, esa idea de la coordinadora de saberes, experiencias e interrogantes no habría tomado la forma que yo imaginaba, como individuo: y tanto mejor. Pero estábamos en el buen camino. O en un camino interesante, en cualquier caso, uno de esos caminos que no sabe uno a donde van a llevarle, como en uno de esos paseos en los que el hecho de estar caminando ya es el mayor placer, o en el que uno va buscando un tesoro viendo al mismo tiempo que la búsqueda es el tesoro, y un camino extraño, lleno de obstáculos, arriesgado también, por supuesto. Me quedé pensando, me quedé pensando... Alguien se ha dado cuenta de lo bonita que es esa expresión?
Quiero decir, del modo en que traduce tan claramente algo real? Pues muestra cómo el pensamiento es algo involuntario, algo que le viene a uno, como una fuerza que hace pensar, que nos aguijonea (la fuerza de la avispa Sócrates): y entonces uno se queda pensando. Se queda: pensando. Si no fuera porque iba a parecer rollero y porque me parece que por desgracia no a todo el mundo le gustan tanto estas historias de griegos como a mí, me quedaría ahora un rato demostrando que Platón ya entendió que el pensamiento era así, una potencia natural (el “natural filósofo” que diría la gran Monique Dixsaut), y en absoluto algo voluntario, metódico, consciente... Pues solo hay pensamiento -consciencia- cuando también hay ese aguijón, esa fuerza: y las dos cosas son inseparables. Pensar es dar forma a una fuerza natural. Y precisamente, en lo que me quedé pensando es en que, por mucho que los capitalistas, los curas, coachers y demás traten de convencernos incesantemente de que el sexo es la forma más intensa y transgresora del amor, y si este argumento no funciona, entonces que es algo normal, rutinario, algo saludable, que es útil para la salud de los individuos y del cuerpo social en su conjunto, y ni digamos para la reproducción de la raza de los trabajadores, en realidad no hay nada más intenso que el amor platónico. Quiero decir, el deseo que se esfuerza, que se lanza, el amor por lo que está lejos. El deseo que hace imaginar, escribir, el amor que produce el arte y la belleza, porque primero la acoge. Y eso no es todo. Creo que es tan intenso, como todo lo que tiene que ver con pensar es tan intenso, que por eso también necesita recogerse, descansarse, necesita del cuerpo, del cuerpo del otro, de lo que está lejos. Necesita encarnarse para no enloquecer. Necesita de las caricias, de la concentración en el cuerpo que viene gracias al sexo. El peso del cuerpo, la oscuridad del cuerpo, hay algo más bonito, más lírico que eso? Y la intensidad de la sensación, que concreta la del pensamiento? El amor consigue que sea una delicia tener un cuerpo sexuado. Ahí uno siente (también en otros momentos) que es maravilloso tener un cuerpo. Pero la cuestión es: cómo hacer para que el amor platónico no desaparezca? Cómo no recaer en los malos instintos, en la rabia, en la compulsión de repetición? Alguien lo ha conseguido? |